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XXXVIII


El abuelo coloca la mano en los labios de la niña.

Shhh… tranquila, nena, tranquila —dice en voz baja.

La niña no deja de temblar. El miedo le recorre el cuerpo.

—No hagas ningún ruido. No quieres que la abuela se dé cuenta, ¿verdad? —Continúa diciendo con los labios muy cerca del oído de la pequeña. Ella no debe vernos, sabes lo que pasará si nos ve. Debemos ser silenciosos.

Y mientras el abuelo y la niña están temblando bajo la mesa, la abuela recorre la casa con un hacha en la mano.

Parece desorientada, su mente la ha traicionado de nuevo. Está buscando (según ella) a dos intrusos que se metieron a su casa.

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