- Esteban David Loyola Luque
- 1 ago 2020
- 1 Min. de lectura
XXXVII
El hombre tomó el cuchillo. La mujer quiso gritar, pero ni siquiera podía moverse. Miró aterrada cómo el hombre se acercaba lentamente, empuñando el cuchillo en dirección a ella. Necesitaba hacer algo, él estaba a punto de matarla, el cuchillo iba a atravesar su piel…
Trató de concentrarse, reunió todas las fuerzas que le quedaban… y logró mover los dedos.
El hombre retrocedió asustado. Soltó el cuchillo y levantó el teléfono.
—Señor… soy el médico forense. La mujer que acaban de enviarme sigue viva.
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