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LE CONTESTÉ LA LLAMADA A UN NÚMERO DESCONOCIDO

—Hola, ¿hablo con don Henderson?

No hubo ninguna razón real para que contestara la llamada. La aplicación de spam en mi teléfono rechazó el número desconocido de inmediato. Pero, «Al diablo», pensé. Al diablo. No había nadie más en mi vida con quien pudiera hablar. Incluso un cobrador de deudas sonaba bien en ese momento.

Mi esposa fue asesinada en el 2015. Realmente no hay una manera más fácil de decirlo que sacándolo del camino desde un comienzo. Fue un asalto aleatorio que salió mal. En una noche lluviosa, un adicto se metió a nuestra casa y le disparó.

El sospechoso fue capturado dos días después y sentenciado a una vida en prisión. Sigue ahí en la actualidad. He trabajado en creación de sitios web desde entonces. Mi trabajo es aislado, y el área profesional se adapta a mi estilo de vida ermitaño en el bosque del norte de Nueva Jersey. La ausencia de pruebas toxicológicas en realidad solo es un beneficio agregado. Tengo la libertad plena de joder el resto de mi vida.

No tengo amigos, ya no. No realmente. A veces… supongo que es demasiado fácil buscar compañía en los lugares equivocados.

—¿Hijo o padre? —le contesté a la señorita tras un suspiro, acomodándome en la silla de mi oficina con una botella de vino.

Estaba lloviendo esa noche. El viento azotaba el viejo árbol en nuestro jardín, dando la impresión de que podría venirse abajo.

—Umm… padre —dijo la voz calmada y bonita en el otro lado de la línea. Sonaba familiar, pero culpé a la botella de vino medio vacía por darme esa impresión.

—Lo siento, señorita, pero… él murió hace seis años —repliqué, un poco irritado ante la carencia de registros actualizados en ese lugar.

Ella hizo una pausa.

—Oh, cielos… cielos, eso no es lo que tenemos aquí. Lo siento mucho, señor. No estábamos al tanto. Por favor, perdone la intrusión. ¿Le importaría esperar mientras reviso mis registros?

Un archivero hizo clic incesantemente mientras la estática crujía por la línea. Supuse que la chica se pasó el teléfono a su hombro. Me reí un poco ante la mala calidad de audio.

—No, está bien, no hay ningún problema en lo absoluto. ¿Por qué no comienzas diciéndome tu nombre? —pregunté, maldiciéndome por el coqueteo desvergonzado del final.

Ella rio por lo bajo. Algo sobre esa risa me sonó muy familiar.

—Mi nombre es Emily, y trabajo para la compañía de tarjetas de crédito de don Henderson —dijo con un tono de voz practicado—.

Desafortunadamente, no puedo divulgar por llamada el nombre de la agencia si usted no forma parte de la cuenta… lo cual, ehh… acaba de admitir, claro…

—Está bien.

—Supongo que es el hijo de don Henderson —murmuró mientras hojeaba los papeles audiblemente.

—Sí, estás en lo correcto. Pero han pasado años… No es posible que me haya quedado atascado con la deuda de mi viejo, ¿o sí?

—Pues, vamos a revisar, ¿de acuerdo? —Hubo movimiento frenético y apertura de libros en el fondo—. Lo siento mucho, señor —agregó con un tono arrepentido—. Las reglas se encuentran en una de esas carpetas de tres anillos, y son muy difíciles de encontrar. Por favor, espere un momento.

—Está bien… No sabía que aún mantuvieran registros de esa forma…

¿También recibiré una confirmación por correo del monto a cobrar?

—¿Disculpe?

—Correo… O sea, correo electrónico. ¿Una confirmación del monto a cobrar? —pregunté de nuevo, dejando que mi confusión se convirtiera en frustración.

—Aquí no hacemos eso… Aún estamos a unos años de todas esas modalidades lujosas —continuó—. Pero, como sabe, los pagos atrasados son un asunto bastante serio. Incluso pueden afectar la puntuación de crédito de un individuo cuando un monto alto no ha sido pagado.

—Sí, sí, por supuesto —dije, empezando a sentirme genuinamente preocupado y un poco ansioso—. ¿Qué puedo hacer?

—¿Doña Henderson se encuentra en el domicilio? —preguntó silenciosamente.

—Murió en el 06.

—¿Qué año dijo? Santo cielo. Eso es tan horrible. En serio que voy de mal en peor.

Se me fue el aire. Fue eso. Esa frase. No sé si fue la manera en que la dijo, o el hecho de que sencillamente no debía de haber muchas personas que usaran la expresión exacta. Pero apenas lo dijo… algo hizo clic en mi memoria.

Antes de que nos conociéramos, mi esposa solía trabajar para una compañía de tarjetas de crédito. Su nombre también era Emily. La voz sonaba como la de ella… pero era más joven. Más optimista de lo que la recordaba.

—¿Cuál es tu apellido?

La llamada se quedó en silencio.

—Mira, mira, sé que es una pregunta rara. Pero, por favor, creo que nos conocemos.

—No puedo dar esa información… —comenzó.

—Bueno. ¿Fuiste a la escuela secundaria Jeerson Memorial?

—Sí —dijo, asombrada—. ¿Cómo lo supo?

Era imposible. Emily estaba muerta. La voz en el teléfono apenas sonaba como ella. Era más joven, más feliz, más optimista. Fantasías como esta me habían instigado un millón de noches en vela. Y, aun así, estaba lúcido. ¿Podía ser una coincidencia?

—¿El nombre de tu madre es Eva?

Hubo silencio en el otro lado de la línea. Luego, su respuesta apocada confirmó mis sospechas.

—¿Quién habla?

Respiré hondo. O estaba quedándome loco, o había comprendido lo que estaba pasando.

—La siguiente pregunta te sonará extraña. ¿Cuál es la fecha de hoy?

—Lo siento, señor… ¿qué? Un momento —Hizo una pausa y barajó unos papeles—. La fecha de hoy es 15 de agosto de 1999.

Era imposible. ¿Podía ser por la tormenta? ¿El aniversario de su muerte?

—Emily, escúchame.

—Okay, señor, esta conversación se está poniendo un poco extraña…

Limitémonos al plan de pago…

—Escúchame con mucho cuidado… Un día… Un día vas a conocer a un hombre. Te vas a enamorar de él, Emily. Y él te amará más de lo que llegarás a darte cuenta —tuve que darle algo concreto que pudiera recordar—. En el primer diciembre que celebren juntos, te comprará un regalo por cada uno de los doce días de Navidad.

—Suena encantador —contestó con una risa y un suspiro—. ¿Eres uno de esos psíquicos?

—Hablo en serio. Te vas a casar con este hombre, Emily. Te comprará el anillo que siempre has querido. La ceremonia será en una iglesia preciosa de tu ciudad natal. Tu familia entera estará ahí, incluyendo a tu tía Zelda y a tu abuela de Tennessee…

—Me gusta esta galleta de la fortuna —dijo con un sarcasmo chorreante.

—Pero dos años después, el 15 de agosto de 2015, serás asesinada en el hogar que comparten.

Movió el teléfono nerviosamente.

—¿Y qué debo hacer?

Primero le dije que evitara la casa ese día. Y luego que nunca tuviera nada conmigo, que se mantuviera lejos y que encontrara una mejor vida en alguna otra parte. Pero, a la mitad de mi sermón, la llamada se desconectó con el tono de un grito que me heló la sangre. Llamé de nuevo y descubrí que el número no funcionaba. Nunca contestó de nuevo.

Me quedé dormido escuchando los truenos rodando por el cielo. El grito de esa noche se repitió vez tras vez en mi cabeza mientras los destellos de su cadáver en el piso de la sala de estar invadían mi mente ocasionalmente. Nunca cuestioné la llamada. Nunca pregunté por qué. Quizá fue Dios; quizá fue el tiempo. Pero ayer por la mañana, cuando me desperté… Emily estaba a mi lado.

© El texto fue recopilado de internet. Crédito al autor.

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