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EL BARRIL DE RON

Bueno, no siempre es fácil la mudanza, ser el nuevo del barrio y también el de la escuela; es todo un proceso de adaptación. Al menos tengo a mi familia que nunca dejan de quererme...

Hoy es nuestro último día en Colonia, Uruguay. Empacar mis cosas me recuerda a estos últimos quince años, la hermosa ciudad en la que crecí y conocí a mis amigos, mi primer amor…, en fin, un montón de buenos recuerdos que nunca olvidaré.

Nos dirigíamos hacia Artigas. Durante el viaje nos deteníamos en diferentes paradas para descansar y almorzar. Mis padres me hablaban mucho de la casa y yo estaba muy ansioso; me imaginaba cómo sería, de qué color, entre otras cosas.

Al fin llegamos y pues la primera impresión de la casa me dejó muy satisfecho: era muy enorme y muy cómoda.

Me costó un poco insertarme, pero a los dos meses ya me sentía cómodo en el lugar.

En un día de invierno me encontraba arreglando el sótano junto a mi madre. Ambos queríamos usar el lugar para la fiesta de navidad, sería una linda forma para brindar nuestra integración al barrio.

Había muchos barriles vacíos que fuimos sacando hasta que nos dimos cuenta que había uno lleno de ron. Tomamos un poco y la verdad es que estaba muy rico, entonces decidimos dejarlo y utilizarlo en fechas importantes como cumpleaños y festividades.

Pasaron los días rápidos y nosotros seguíamos tomando de ese delicioso ron, recuerdo que a papá le gustaba mucho y bueno a mí también...

Faltaba un día para la Nochebuena y nosotros arreglando los preparativos con colores navideños muy vistosos. Nos quedaba suficiente ron para la navidad, por lo que decidimos no comprar sidra en esta ocasión.

Llegó la navidad y pues, yo estaba muy emocionado, ya que venían mis abuelos, ellos ya son algo ancianos y no me gusta que la pasen solos en esta fecha especial.

Tomamos ron hasta cansarnos. Recuerdo que todos disfrutamos de la comida y del bendito ron que habíamos encontrado cuando llegamos a la casa. De pronto no salía más ron y al mover el barril se escuchaba un sonido fuerte, parecía que sacudíamos algo dentro, bastante extraño la situación; me sentía muy incómodo.

Entonces decidimos abrirlo, pero al abrirlo nos llevamos una sorpresa: contenía muchos huesos, parecían restos humanos…

La situación fue de mal en peor. Todo el mundo empezó a vomitar y yo no sabía qué hacer. Estuve tomando eso por meses; no podía parar de vomitar. Mi abuela se desmayó.

Nunca pude recuperarme de esto. Mi abuela murió; mucha gente me despreció. Un verdadero infierno fue aquella navidad para mí…

© El texto fue recopilado de internet. Crédito al autor.

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