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DE VUELTA A LA TIERRA

Creo que este podría ser el final. Para nosotros, al menos.

Se me ha dado suficiente tiempo para pensar en ello desde la última vez que vi el sol. No es el fin del mundo, pero sí de nosotros. Supongo que comenzó hace casi un mes, aunque puede ser más; solo puedo sacar conclusiones de los relojes que tengo esparcidos alrededor de la casa, y han estado fluctuando en la hora que marcan desde hace un tiempo. En fin, me desvío del punto. Salió en las noticias: un crucero se hundió por ninguna razón aparente. No estaba dañado, solo fue cayendo directo hasta abajo. De ahí en adelante, se volvió un fenómeno; todo en el agua se estaba hundiendo. Plataformas petroleras desaparecidas, personas bañando en el mar siendo arrastradas hasta el abismo. Nadie parecía ser capaz de explicar la causa. Era bizarro, ya nada flotaba… Esto saturó las noticias por un par de días hasta que simplemente se volvió amenazador.

Fue durante un reportaje que cambió para peor. La emisión tomaba lugar en una playa, un reportaje en directo sobre los extraños eventos. Estaban reciclando las mismas preguntas que nos habíamos hecho desde que todo comenzó, cuando el pánico pareció invadir la expresión de la reportera. Gritó en lo que la cámara se inclinaba para abajo: sus pies estaban hundidos en la arena hasta la espinilla. Recuerdo pensar, incrédulo, que nos estaban jugando una broma pesada, hasta que la cámara cayó al suelo. Los siguientes diez y tantos segundos no solo mostraron a la reportera hundiéndose en la arena, sino a todos. El equipo entero del noticiero que había ido a cubrir la historia. La toma de terror, gritos y personas hundiéndose acabó tan pronto como la cámara fue engullida por la arena.

Se siguió tratando el tema después de eso, pero no había mucho que decir. Algunos culparon a los sumideros por lo que pasó en la playa, mientras que otros argumentaban contra esta teoría desde la seguridad de su estudio. Pero ya no tenía sentido escucharlos. Era más fácil asomarse por la ventana. Las calles estaban desoladas. Todos temían ir afuera y se quedaban dentro de sus hogares. Los caminos y el pavimento eran absorbidos por grama y tierra. Señales de tránsito y semáforos siendo consumidos por las plantas. Casas también.

Algunos trataron de huir, saltando de techo en techo, buscando terrenos más altos; los rascacielos se habían convertido en refugios para la mayoría. He hecho tan solo un viaje por los tejados, un intento por conseguir provisiones de una tienda cercana, pero hacía mucho que fue saqueada. Ya teníamos presente toda la evidencia necesaria para saber qué tan mala era la situación. Es fácil estar en negación frente a algo como… lo que sea que eso fuera, hasta que en realidad comienza a afectarte. Cuando regresé a mi casa, noté algo. Mi auto se había ido. Bueno, casi. Se podía ver el techo del vehículo asomándose sobre la tierra. Aunque no solo mi auto, todos en la ciudad. Los más grandes todavía resaltaban, solo estando parcialmente dentro, y siempre consumiéndose de igual manera.

En cuestión de unos pocos días, todo en mi primer piso se había hundido. Me las ingenié para bloquear las ventanas y puertas y que así no reventaran por la presión de toda esa tierra: pero ahora no era más que una celda. Un mausoleo. Un lugar donde no quisiera estar. Pasé la mayor parte del tiempo en la alcoba de la segunda planta con la mirada puesta sobre el hostil mundo de afuera.

Mi vecino murió ayer. Cayó de su techo y fue tragado por la tierra. No es la primera persona que perdemos así, pero lo que lo hizo notable fue cómo cayó. Trataba de impedir que su perro saliera al tejado. El can se encuentra bien, o eso asumo. Salió corriendo. Ellos no son afectados, los animales. Este mal está reservado para nosotros. Hacer un descubrimiento tan nihilista como ese fue más de lo que pude soportar; todo era una jodida pesadilla. Bebí con tanto exceso que caí inconsciente por lo que quedaba del día.

Cuando desperté, con dificultad podía ubicarme en esa densa oscuridad en la que me encontraba. Encendí todos los interruptores de luz y fusibles, pero la energía se había ido. Tomé una linterna de mi caja de herramientas y recorrí la casa, ignorante de lo que pasaba. Al llegar a mi alcoba, lo vi: el último vestigio de luz natural que advertiría. Me obligué a creer que era de noche y que había dormido todo el día en un coma alcohólico. Para cuando avancé a la ventana, la luz desapareció. Estaba bajo suelo. Traté de salir, escarbando por horas a través de la tierra que no dejaba de llegar, sin resultado.

No sé cuánto más podré permanecer aquí. En esta enorme tumba. Tengo suficiente comida y oxígeno, y hasta conseguí alumbrar un poco con algunas candelas y una cajetilla de fósforos. La linterna murió hace un tiempo.

Pero este es nuestro destino. El destino del ser humano. Nuestro regreso a la tierra.

© El texto fue recopilado de internet. Crédito al autor.

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